Está bien que las cosas no resulten como las planeaste, está bien que
no resulten especialmente cuando no las planeaste.
Está bien fallar. Te prometo que algún día, todos van a olvidar todos
los errores que cometiste y todo el tiempo gastado y perdido.
Está bien fallar cuando lo intentas una vez. Está bien fallar cuando
lo intentas dos veces. Está bien fallar cuando lo intentas setecientas veinte un
mil doscientas catorce veces y el resultado sigue siendo el mismo.
Está bien fallar incluso cuando las demás personas que hicieron exactamente
lo mismo están triunfando.
Está bien fallar cuando has dado todo de ti y aun así sigues fallando.
Está bien fallar. Está bien cuando fracasas en algo que creíste que
sabias hacer.
El fracaso es parte de la vida. Y la vida está llena de gente que ha
fracasado.
El fracaso es lo que nos recuerda que tenemos vida.
Que somos seres imperfectos.
Que cometemos más errores que aciertos y que de nada sirve pensar de
más en los errores.
De nada sirve estar pensando en las diferentes maneras en las que
pudiste haber triunfado pero que no lo hiciste.
No tiene nada de utilidad el estar repasando las conversaciones una y
otra vez pensando en cómo pudiste haber dicho lo mismo sin que sonara como
sonó.
De nada funciona encontrar la solución a un problema cuando el
problema ya no es el mismo.
Está bien fallar. En ocasiones está bien, pensar en cómo fue que
fallaste.
Fallar, fracasar, perder, errar, está bien.
Lo que no está bien es ser malo para fallar.
Hay que ser bueno para equivocarse.
La única manera en la que vas a fallar equívocamente es cuando ni
siquiera te decidas a intentar.
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